Mi verdadero nombre es Isabel, soy ama de casa vocacional y en mis ratos libres escribo libros sobre mi Madrid del alma. Siempre digo que las amas de casa saben hacer punto, ¡yo no tengo ni idea! pero sé poner puntos, comas, etc. Prueba de ello son los libros que llevo publicados.
Pero aunque me llamo Isabel como ya he dicho, en la red soy conocida como Mayrit, Princesa del Lejano Oriente. Elegí este nick porque Mayrit es el nombre que los árabes le pusieron a Madrid cuando la fundaron en el siglo IX. En romance, el nombre de Madrid era Matrice y durante dos siglos convivieron los dos nombres simultáneamente.
Del Mayrit árabe -pronunciado Madjrit y que derivó en Magerit- y del Matrice romance -pronunciado Matrich- procede el nombre actual de Madrid.Lo de "Princesa del Lejano Oriente" me lo adjudicó uno de mis primeros ciberamigos y, a partir de ahí, creé el personaje a lo largo de varios cuentos. Soy Mayrit desde 1996 en que empecé en esto del "vIRCio", como yo lo llamo. Y me he metido tan dentro del personaje que le tengo mucho cariño :)
Esto es un cuento que me he inventado a raíz de que un ciberamigo me llamara Mayrit, su "princesa árabe". Y era incapaz de llamarme Isabel, siempre me llamaba Mayrit, decía que era más bonito. Por eso le escribí este cuento. Cuando ciberamigo me preguntó por mi nick y le expliqué la historia me preguntó que cómo continuaba, así que a este otro le escribí la segunda parte. Este segundo ciberamigo me llamaba May. A veces, cuando alguien me pregunta por mi nick le explico que soy una princesa árabe del lejano Oriente.
Primera parte:
¡¡¡¡Ssssshhhh!!!!, no se lo digáis a nadie noble caballero, pero soy una princesa árabe cautiva procedente de un país del lejano Oriente. Aquí me hago llamar Isabel, nombre cristiano que significa "Templo de Dios".
He venido a España huyendo de las tropas de mi padre, capitaneadas por Simbad el Marino y ayudadas por Alí Babá y los cuarenta ladrones, porque mi padre, el rey de Samarkanda, quiere casarme con el embajador de Damasco y yo amo al que vos conocéis como el Ladrón de Bagdad que, aunque pobre, es bueno y honrado. Me he refugiado aquí y he adoptado el antiguo nombre que ostentaba la ciudad de Madrid -Mayrit, que significa "arroyo madre"-, capital de Hispania y bella población de Al-Ándalus. ¡Por favor, guardad mi secreto y os estaré eternamente agradecida!
Con la ayuda de Aladino y su lámpara maravillosa podéis pedirme tres deseos que os serán cumplidos cuando vos los pidáis. Os propongo una cita clandestina el día y hora que vos queráis. Para ello utilizad mi buzón secreto denominado Mayrit. Prometo encontrarme con vos en privado, y por favor, no le digáis a nadie que me habéis localizado o correré grave peligro y no podremos volver a encontrarnos. Como bien sabéis vos, ya me identificaron en un anterior lugar de encuentro y tuve que huir sin dejar rastro.
Gracias a mi cartero particular, un joven cristiano y leal a mí llamado Dani, he podido ponerme en contacto de nuevo con antiguos leales amigos que consideraba ya perdidos, afortunadamente vos no erais uno de ellos. ¡Qué Alá os proteja de todo mal! ¡Salam-alei-khum!Recibid un beso furtivo de,
Segunda parte:
¡¡¡¡Sssshhhh!!!!, no hace falta que os recuerde, ¡oh, noble caballero!, que yo, Mayrit, princesa de Samarkanda, vivo en vuestras tierras escondida y que muy poca gente, salvo los leales a mí, saben mi verdadera identidad. Ya sé que estáis impaciente por conocerme y saber más de mí, mi señor, pero comprended que debo tomar mis precauciones antes de desvelaros parte de mi vida. Ya sabéis que fui localizada en otro lugar y tuve que huir rápidamente.
Yo, Mayrit, hija pequeña de Abu-ben-Abd Allah, gran rey de Samarkanda, y de Zoraida,nací, crecí y viví feliz en el palacio de mi padre en cuyos jardines, llenos de fuentes y árboles, jugaba al escondite con mis hermanos y nuestro perro Rashid. Allí pasé los mejores años de mi vida a pesar de echar en falta a mi madre, quien murió siendo yo muy pequeña. Sin embargo, las demás esposas de mi padre me cuidaron y mimaron como a una hija. Yo fui la única hija de mi padre -por parte de madre- pues tengo tres hermanos mayores que yo, quienes me hacían partícipe de todos sus juegos, como uno más.
A pesar de que la cultura de mi país no permite a las mujeres tomar parte en ninguna actividad ajena al sexo femenino, cuando cumplí siete años, mi padre hizo que yo estudiara el Corán y las leyes fundamentales de Alá junto con mis hermanos. Soy una de las escasas mujeres de mi país que ha recibido una instrucción muy completa. Aún así, siguiendo la costumbre musulmana, al día siguiente de mi nacimiento, mi padre concertó mi matrimonio con Ali-ben-Kasim, actual embajador de Damasco, íntimo amigo del sultán de dicha ciudad e hijo a su vez de un primo de mi padre.Mis tres hermanos mayores tomaron esposa llegado el momento y, cuando cumplí dieciséis años, sólo quedaba yo por contraer matrimonio. Mi padre fijó la fecha de mi boda pero...¡oh, noble señor!, yo ya conocía los secretos del amor en brazos del Ladrón de Bagdad quien, el mismo día de la ceremonia de casamiento, consiguió disfrazarse de escolta real de mi padre y, en la alfombra mágica que nos proporcionó el genio de la lámpara de Aladino, pudimos escapar en el último instante. Me vi pues forzada a huir de mi país a pesar del amor tan profundo que sentía y siento por mi padre y mis hermanos, a quienes hace ya muchos años que no veo y no tengo noticias de ellos.
Aunque mi padre desplegó todas sus tropas en nuestra busca, no llegaron a alcanzarnos. Vinimos a caballo hasta Al-Ándalus donde, en Granada, y después en Córdoba, fuimos localizados por las huestes de mi amado padre. Por este motivo, continuamos el camino hacia el norte, hasta la pequeña y bella ciudad denominada Mayrit por el emir de Córdoba Muhammad ben Abd-er Rahman, conocido entre los cristianos como Mohamed I, hijo de Abderramán (II). Desde entonces aquí resido, bajo el nombre cristiano de Isabel, pues tanto mi esposo como yo hemos abrazado la fe cristiana. Amo tanto a esta ciudad que tan bien me ha acogido que, desde hace siete años, me dedico a recopilar todas aquellas cosas curiosas e interesantes que guarda esta entrañable ciudad de Mayrit. Aquí, en Madrid, contraje matrimonio con el Ladrón de Bagdad, quien tomó el nombre cristiano de Jesús, como ya sabéis. Y esa es pues parte de mi vida.Yo, Mayrit, princesa de Samarkanda y afincada en Madrid, os ruego, noble caballero, que guardéis mi secreto, pues me va la vida en ello. Os quedo muy agradecida. ¡Que Alá os proteja de todo mal! ¡Salam-alei-khum!Recibid un beso furtivo de,
Los cuentos de Mayrit... continúan
¡¡¡Sssssshhhhhh!!!... No se lo digáis a nadie porque como siempre, me va la vida en ello Por mí sabéis que yo, Mayrit, Princesa del Lejano Oriente, vivo refugiada en la ciudad de Madrid. Por mí también sabéis que fui criada y educada en el gran palacio de mi padre, en la bella y lejana ciudad de Samarkanda, capital de Ubezkistán, ciudad muy importante en el siglo XIV porque fue el centro de la vida intelectual del Asia musulmana. (Pertenece a Rusia desde que en 1868 fuera conquistada por ésta). Sin embargo, desde que llegué a la ciudad de Mayrit -hoy conocida por Madrid- quedé prendada de ella de tal manera que desde hace ya muchos años es mi segundo amor. Es por ello por lo que me dedico a recopilar curiosidades, anécdotas, leyendas, el origen de los nombre de sus calles,... con tanto afán. Sabed ¡oh nobles caballeros y bellas damas! que quien lo quiera, de la mano de vuestra amiga Mayrit, podréis recorrer virtualmente mi tan amada ciudad.
Para quienes no lo sepan, recibí el bonito nombre de Mayrit, en recuerdo de la ciudad que fundara allá por el siglo IX el emir de Córdoba, Muhammad ben Abd-er Rahman, más conocido entre los cristianos por Mohamed I. Hasta 1083, mi ciudad formó parte de Al-Ándalus. A lo largo de algo más de doscientos años en que Mayrit fue musulmana sirvió de plaza fuerte de vigilancia. Desde una torre-atalaya (donde hoy se levanta el Palacio Real) se vigilaba el paso de las tropas cristianas por Somosierra, Tablada y La Fuenfría, así como el cruce de caminos hacia Segovia, Zaragoza y Toledo, capital del reino musulmán. Para reforzar la vigilancia se construyeron una serie de atalayas, repartidas cada 40 kilómetros, a través de la cuales, con señales de humo por el día y hogueras por la noche, se avisaba de la presencia de tropas cristianas. Quedan varios topónimos madrileños que recuerdan estas torres-atalayas: Torrelodones, Torrejón, Torrelaguna, Torremocha, Valdetorres. En la provincia de Madrid se conservan en la actualidad las atalayas o torreones de El Berrueco, Arrebatacapas, El Vellón, Torrelodones y Venturada, todas del siglo X, como recuerdo de lo que en tiempos fue un eficaz sistema de comunicación. ¡Oh! nobles caballeros y bellas damas!, quien se acerque a mi tierra por el camino de Castilla (hoy conocido como carretera de La Coruña), podrá observar en una colina la atalaya de Torrelodones, muy bien restaurada y conservada, vigilando el paso de todo aquel que llega a mi ciudad, tal como lo hiciera en épocas pasadas. Desde esa atalaya, yo Mayrit, Princesa del Lejano Oriente, os doy la bienvenida: ¡Sed todos bienvenidos a la ciudad de Mayrit, ciudad sin puertas, ciudad donde todo el que llega es bien recibido, ciudad donde nadie se siente extranjero, ciudad donde a todos os recibimos con los brazos abiertos!
Del pasado musulmán de la ciudad de Mayrit tan sólo quedan tres vestigios: 120 metros de muralla árabe, el pozo y la fuente de San Isidro.En la cuesta de la Vega podemos contemplar los restos de la muralla que los musulmanes construyeron con pedernal en el siglo X y que constituye el resto de muralla árabe más antiguo de España. En la plaza de San Andrés, en el Museo de San Isidro, se halla el citado pozo, de 25 metros de profundidad más 5 de agua. Por cierto, un agua ¡riquísima! Según la leyenda, en él se cayó el hijo de nuestro santo patrón, San Isidro, quien hizo que las aguas subieran pudiendo así rescatar al niño sano y salvo. La fuente de San Isidro está adosada a la ermita del mismo nombre y cuenta la leyenda ¡como no! que San Isidro, con su cayado, hizo brotar el agua de una roca pelada diciendo «cuando Dios quería, aquí agua había», para que su patrón, Iván de Vargas, pudiera beber. Y el agua brotó de la roca, saciando la sed de su amo. En la romería que se celebraba el 15 de mayo, festividad del santo, se oía primero misa en la ermita y luego se bebía agua de la fuente y en cada trago repetía esta jaculatoria: «San Isidro hermoso, / patrón de Madrid, / que al agua de un risco, / la hiciste salir».
La masyid (mezquita) de Mayrit, consagrada cristiana cuando las tropas del rey Alfonso VI conquistaron Madrid en 1083, se hallaba muy cerca de la actual Catedral de la Almudena. De ella nada nos queda en la actualidad salvo el nombre árabe que tomó la catedral en su recuerdo, y que deriva de almud, cuyo significado es alhóndiga o alholí, lugar donde se guardaba el trigo llamándose por ello almudes las medidas de trigo. Cuenta la leyenda que allí, junto a la alhóndiga, se halló la imagen de la Virgen de la Almudena, oculta durante cerca de cuatrocientos años. La había escondido un herrero en el año 722 para evitar que los musulmanes la profanaran. Cuando Alfonso VI conquistó Madrid se buscó afanosamente y sin éxito la imagen. Tras nueve días de plegarias y preces un trozo de una de las torres de la muralla se partió apareciendo la imagen de la virgen flanqueada por dos cirios que la habían custodiado a lo largo de casi cuatro siglos.
En la cercana plaza del Alamillo -pequeña plazuela que constituye uno de los rincones más bonitos y tranquilos de Madrid- se dice que estuvo situado el alamud o tribunal árabe donde se situó el ayuntamiento árabe en tiempos del califa de Toledo, Hiscen. Nada queda tampoco de él tan sólo lo que nos dice otra leyenda que afirma que debajo de la plaza hay varios túneles subterráneos que van a parar a distintos lugares a las afueras de la entonces pequeña villa de Madrid y que eran utilizados tanto por musulmanes como cristianos para poder salir y entrar sin ser vistos y evitar así tener que hacerlo por las vigiladas puertas de la amurallada ciudad.
Y hablando de las puertas de la muralla, de las cinco que daban acceso a Madrid, nada nos queda de ellas salvo el recuerdo de algunos de sus nombres en la toponimia, como Puerta Cerrada, en la plaza de igual nombre, puerta que la mayor parte del tiempo permanecía sin abrir porque era la preferida por los ladrones para asaltar a los que entraban o salían de la ciudad por la noche y porque, dadas las características del terreno, casi siempre tenía un gran charco a la salida de la ciudad que hacía intransitable su acceso; otra, la Puerta de Moros, así llamada por conducir a la Morería de Madrid y a Toledo, nos ha dejado igualmente su nombre en otra plaza. De la que no queda ni rastro en nuestra ciudad es de la Puerta de Balnadú, nombre que al parecer procedía de Balneaduo o puerta de los Baños -en referencia a unos baños árabes cercanos- o de Bab-al-Nadur, que significaba puerta de las Atalayas.
¡Oh nobles caballeros y bellas damas!... no quisiera cansaros o aburriros con mis "cuentos" sobre Madrid. Habéis podido comprobar cómo disfruto del pasado musulmán de mi tierra, pasado del que la mayoría de la gente desconoce. Espero que con lo que os he contado sirva para que comprendáis el amor que le profeso a Madrid y que tantas horas me roba. Quien quiera saber más de Mayrit/Madrid no tiene más que preguntarme. Yo, Mayrit, Princesa del Lejano Oriente, con sumo gusto os ayudaré a recorrer virtualmente mi bella ciudad. ¡Que Alá os proteja de todo mal! ¡Salam-alei-khum!Recibid un beso furtivo de,
¡Sed feliz!
¡No me olvidéis!
La leyenda de la casa de los gatos
¡¡¡Sssshhhh!!!... no se lo digáis a nadie noble caballero porque como siempre me va la vida en ello pero recuerdo ahora una antigua y casi olvidada leyenda de Madrid. Paso a narrárosla, ¡oh, noble señor! porque sé de vuestra afición a estos viejos relatos:
Cuenta la leyenda que detrás del edificio del Concejo, en la calle del Sacramento, existía un vetusto caserón que, en tiempos debió ser bello, pero que el paso de los años dejaron su huella en él. Allí vivía una anciana cuya única compañía se la proporcionaban los numerosos gatos abandonados que ella iba recogiendo de la calle. La anciana alimentaba y cuidaba a los felinos con cariño, con ternura, con amor. Les susurraba cariñosas palabras mientras los animalillos ronroneaban frotándose contra sus piernas. Les llamaba a cada uno por sus nombres: "Pinto", "Trasto", "Canela", "Blanquita", "Revoltoso", todos eran diferentes entre sí y ella los distinguía perfectamente. Y así, año tras año, la anciana recibía el cariño y la compañía de los felinos, olvidada de sus seres queridos. El edificio pasó a ser conocido entre los madrileños como la "casa de los gatos" aunque ha tenido otros nombres, procedentes de otras tantas leyendas que ya os contaré en su momento. Llegado el día, Dios, Nuestro Señor, se apiadó de la anciana y la llamó a su lado. Nadie la echó en falta. Nadie llamó a la puerta a ver cómo se encontraba. Tan sólo sus gatos la echaron de menos. Ellos se encontraron solos de la noche a la mañana, sin que nadie les alimentara a diario, sin que nadie les acariciara, sin que nadie les cepillara, sin que nadie les susurrara cariñosas palabras. La leyenda podría terminar contándonos que los gatos abandonaron la casa que durante años había sido su hogar pero, desgraciadamente, termina con un macabro suceso: los felinos, hambrientos, después de varios días de no tener que echarse a la boca, se comieron a su venerable benefactora. Mas, lo que no cuenta la leyenda, es que desde entonces, la anciana, cada noche, sale por las calles de la Villa y Corte a dar de comer a todos los gatos de la ciudad, porque no en vano, los madrileños somos conocidos por los "gatos", siendo Gato, un apellido de rancio abolengo del antiguo Madrid junto con los Vargas, los Luzones y los Lujanes.¡Oh, noble caballero!... ¿quien nos puede asegurar que esa anciana que vimos una noche de cita furtiva no era aquélla que desde tiempo inmemorial recorre las calles del viejo Madrid cada noche para alimentar a todos los gatos que encuentra a su paso?
Es conocida como la leyenda de la casa de los gatos. Mas no es la única leyenda de esta casa. Sus paredes guardaron silenciosamente durante siglos otras dos leyendas más. Una de ellas cuenta que cuando Madrid estaba en manos árabes, un caballero cristiano se enamoró de una bella musulmana que estaba casada y se había convertido al cristianismo. Ambos guardaban su amor en secreto. Pero un día, el marido de la dama pilló in fraganti a su mujer con el caballero. El musulmán mató al cristiano y lo enterró en la azotea de la casa para que no fuera descubierto su delito. La mujer, desconsolada, puso una cruz en la azotea en su recuerdo. Por eso la casa también era conocida como la casa de la cruz de palo y la leyenda tiene este mismo nombre. La cruz de palo aún podía verse hasta hace pocos años reflejando su sombra en la casa de enfrente cada atardecer.
La otra leyenda cuenta que en el siglo XVII, un guardia de Corps pasó por delante de esa casa y vio a una hermosa mujer que le llamaba desde el balcón del primer piso. Don Juan de Echenique, que este era su nombre, tenía que ir a Palacio a hacer el cambio de guardia pero se sintió atraído por la bella mujer y subió a su casa. Al cabo del tiempo oyó que un cercano reloj daba las horas: ¡dong!... ¡dong!... ¡dong!... y salió precipitadamente a Palacio para intentar cumplir la guardia. Cuando llevaba recorrido parte del camino se dio cuenta que se había olvidado el sable y volvió a recogerlo. Entonces vio que la casa donde él había estado minutos antes tenía aspecto de llevar muchos años cerrada y abandonada. Preguntó a un hombre que pasaba por allí por la hermosa mujer y el hombre le contestó que había muerto hacía muchos años y que desde entonces la casa permanecía cerrada y abandonada. Don Juan de Echenique empujó la puerta y subió las escaleras a toda velocidad. Encontró su sable sobre una desvencijada cama llena de telas de araña. Salió de allí asustado y entró en la cercana iglesia de San Justo. Se arrodilló ante un Cristo Crucificado y pidió humildemente perdón a Dios. Antes de salir de la iglesia depositó el sable a los pies del Cristo. La leyenda termina diciendo que don Juan de Echenique tomó los hábitos en un cercano convento. El Cristo pasó a ser conocido desde entonces como el Cristo de los Guardias de Corps y el día de la fiesta de éstos lo sacaban en procesión.
Desgraciadamente el Cristo desapareció junto con la iglesia en 1935, en un incendio provocado, pocos meses antes de estallar la guerra civil. Y la casa fue derribada por ruinosa a comienzos de los años setenta del presente siglo. En su lugar, el Ayuntamiento ha construido un aparcamiento subterráneo y en la superficie una fuente con cascada donde las numerosas palomas de la Villa y Corte acuden a saciar su sed y a atusarse las plumas.
Hasta la fecha se barajan varios nombres para bautizar la nueva plaza, entre ellos, plaza de Madrid. ¿Qué tal ponerle Plaza de los Gatos por la leyenda antes narrada y en honor a todos los madrileños que somos "gatos" y "gatas"?Recibid como siempre un beso furtivo de,
¡Sed feliz!
¡No me olvidéis!